#Receta | Arroz caldoso con pollo

Los Reyes Magos habían sido generosos. Como cada año, entre mi abuelo y yo, les habíamos preparado tres vasitos de mistela, unas uvas pasas y un capazo con paja y algarrobas para sus caballos. Era el trueque perfecto para que pudieran tomarse un respiro mientras sus pajes dejasen los regalos que había pedido. Los juegos reunidos Geyper, un Scalextric en dos niveles en forma de ocho, donde podían competir dos coches, la bufanda y los guantes de rigor…

Todos estaban a lo suyo, mi tía haciendo pleita, mi abuela cosiendo “Barxes”, esos capazos pequeños que tanto ayudaron a la economía familiar de entonces, y mi abuelo, mi abuelo estaba “Embrinant”, que no era más que separar las hojas del palmito porque estas están cerradas y cogidas unas con la otras por sus lados como si estuvieran juntas. Había que introducir el dedo pulgar dentro de la palma y presionar hacia la punta para separarlas. Así una a una hasta conseguir hacerlo con todas las de la hoja del palmito. Después ya les cortaría el tronco para que quedasen sueltas.

Mi tía se ponía la palma en la boca antes de añadirla, y con los dientes la “Vesporguimaba” que no era otra cosa que quitarle los bordes para que quedara uniforme. Unas eran más anchas que las otras. Con esos hilitos que quitaba (Esporguims), se guardarían porque después servirían para hacer pinceles.

Elaboración

Era la hora de hacer la comida. Mi tía dejó las palmas en el suelo y se dirigió a avivar el fuego. En la cazuela de hierro colado cubrió el fondo con el aceite del frito que había sacado de la tinaja repleta de carne frita. Ese aceite le daría un gusto especial al arroz que íbamos a cocinar, íbamos, porque yo no me perdía una. Vi que tenía en remojo unas habichuelas grandes (Garrofó, bajocó, fesol de garrofa, fesol de la ferradura, fesol de la peladilla) que como las conservaban secas, había que hidratarlas antes de cocinarlas.

Pues bien, con el aceite ya en la olla, la puso encima de los hierros a la lumbre con poco calor aún, y empezó a freír un muslito de pollo por persona. Cuando estaban casi dorados, peló y cortó unos ajos y los incorporó. En unos momentos vi como puso un poco de tomate rallado de los de colgar, movió todo bien y entonces echó unas alcachofas bien peladitas, cortadas en gajos y una buena cucharada de pimentón de hojilla. Las habichuelas, removió y cubrió con agua de la cisterna. Dejó que cociera a fuego lento, sobre media hora y probó de sal. Calculó el caldo que había quedado por la evaporación y añadió más agua, la justa, para que hubiera tres partes más de caldo que los doscientos cincuenta gramos de arroz que añadiría cuando empezase a hervir. Comeríamos cuatro personas. En veinte minutos, la una en punto del medio día, la mesa estaba puesta. Unos rábanos tiernos como el agua, cortados a trocitos y aderezados con sal, aceite y vinagre. El acompañamiento perfecto a este plato de arroz caldoso con pollo, habichuela y alcachofas.

Las hojas de los rábanos, al ser tan tiernos, también hacíamos una ensalada con ellos. Su sabor suave, algo picante, rompía la monotonía del sabor entre cucharada y cucharada de arroz. La poquita de sal, y el truquito de apretarlas con la mano para suavizarlas, el aceite y por último el chorro de vinagre.

Foto: Nela García Navarro

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