Historia gastronómica y #receta | Sopa cubierta
El viejo Montgó llevaba boina. La montaña cubierta de nubes a mi abuelo no le traía buenos presagios, decía que era señal inequívoca que el viento de Levante podría volver a soplar y con él el agua estaba asegurada. Cuanta diferencia si miramos el presente, donde entre todos hemos provocado el calentamiento global y con ello un cambio climático que veremos las consecuencias desastrosas que nos vemos abocados. Pues por ello, se había quedado en casa, por medio a que le pillara la lluvia.
Mi abuela, sentada en la silla pelaba dos gallinas que acababa de matar. Una gaveta con agua caliente remojaba al animal e iba sacándole una a una sus plumas. Ese olor nunca lo he soportado y menos ahora que me he hecho mayor y huí de allí tan lejos como pude. Ayudaba a mi abuelo, con un haz de sarmientos, a encender el horno moruno. Tenía manía de asar una buena calabaza y unos boniatos que ya había arrancado y quería probar como habían salido este año.
Mi tía Pepa ya estaba reuniendo los ingredientes necesarios para preparar la comida. Había arreglado las dos gallinas, reservándose las pechugas para asarlas por la noche. Los espinazos, las carcasas, los muslos, en definitiva, cuarteó los animales teniendo mucho cuidado de limpiar bien sus mollejas y sacar con cuidado sus higaditos. No eran muy grandes. Una de las gallinas tenía la bolsa de los huevos intacta y dentro estaba repleta de yemas, que colocó en un platito. Peló dos zanahorias, un nabo y un nabicol. Puso en una olla toda la carne, llenó con agua y fue des espumando tantas veces fueron necesarias para dejar el caldo limpio. Cuando ya no sacó más espuma añadió las verduras troceadas y dejó que cociera sobre cuarenta y cinco minutos. Entonces añadió las mollejas, los hígados y el azafrán en hebras que había tostado y sal, a fuego moderado dejó media hora más que fue cuando terminó por añadir las yemas de la gallina i un cuarto más de hora.
Le pregunté a mi tía si lo que íbamos a comer sería sopa de fideos, y ella me respondió, ¿tú has comido alguna vez sopa de novia? Pues hoy la vas a comer. Pero la de verdad, la sopa de menudillos pero cubierta como así se debe llamar, sopa cubierta, y ahora verás porqué. ¿Y lo de novia? Porque se servía en todos los banquetes como primer plato. También se servía el día de Navidad con el caldo del puchero.
Coló el caldo y retiró la carne separándola del hueso, las mollejas y los hígados (menudillos) y lo cortó todo a trozos muy pequeños que fue repartiendo dentro de unos cuencos de barro, junto con las yemas y los llenó del caldo. Entonces mojando los dedos con clara de huevo, untó los bordes y les puso una masa de hojaldre por encima que fijó y recortó lo que sobraba, quedando tapados por la misma masa. Untó con yema de huevo y se los llevó a mi abuelo, que los metió en el horno, hasta que la masa hinchó y tomó un color dorado. Quince minutos bastaron para servir y poder agujerear la tapadora de hojaldre poco a poco para que fuese cayendo dentro de la sopa. De los boniatos asados de después no os digo nada.