La Coliflor

La coliflor quizá no sea una de las verduras más preferidas, pero te invitamos a que descubras más sobre esta planta comestible de la familia de las crucíferas, al igual que el repollo, la col lombarda o el rábano.

Perteneciente a la familia de crucíferas y originaria del Mediterráneo, la coliflor procede de Oriente Próximo. En Asia se cultivan desde hace más de 1.500 años, aunque actualmente su cultivo está extendido a todo el mundo.

Posee unas hojas similares a las de la col y su parte comestible es lo que se conoce como pella o cabeza, el conjunto de cogollos, ramilletes o flores, normalmente de color blanco, carnosos y tiernos.

Su mejor época se da de septiembre a enero, aunque podemos encontrarlas prácticamente durante todo el año a nuestra disposición. Dependiendo de cuando maduran, podemos distinguir entre coliflor de verano, de otoño y de invierno. En función del tiempo entre su momento de trasplante y su recolección, podemos encontrar coliflor temprana (con un ciclo de cultivo más corto, se recolectan a principios de octubre y poseen pellas más pequeñas), de media estación (de mayor calidad, se recolectan entre octubre y diciembre y su consumo suele ser frescas), tardía (su cultivo se da entre diciembre y mediados de febrero, poseen pellas grandes pero de poca consistencia) y ultratardía (de finales de febrero a mayo, esta coliflor posee pellas grandes y de consistencia más fuerte).

Propiedades nutricionales:

La coliflor es un alimento muy nutritivo. Está compuesta en su mayoría por agua, lo que le confiere un bajo aporte calórico. Presenta un bajo contenido en proteínas, grasas e hidratos de carbono, frente a un mayor aporte de fibra (que la convierte en un alimento saciante), vitaminas (especialmente la C y algunas del grupo B) y minerales (principalmente potasio y fósforo).

¿Cómo tomarla?

Independientemente de la forma en que vayamos a cocinarla, lo primero que debemos hacer es preparar la coliflor correctamente, cortando la base, quitando las hojas, separando los ramos o cogollos y limpiándolos bien. De esta forma, podemos incluirlos en crudo en nuestras ensaladas. Pero, además, podemos cocinarla de diferentes formas para acompañar a platos de carne o pescado: al vapor, fritas, rebozadas o asadas. También podemos incluirlas en menestras y en nuestros guisos de arroz y legumbres. O prepararlas como plato principal gratinadas con horno con una rica bechamel y queso fundido sobre ellas.

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