Historia gastronómica | Cocas

Unas mujeres pelaban tomates previamente escaldados en agua caliente. Los partían, les quitaban las pepitas y las cortaban a gajos. Otras lo habían hecho con berenjenas, pimientos rojos y verdes que, previamente, habían asado en las brasas de los sarmientos. El resto preparaba la pasta y el condumio para hacer las cocas. Era día de mucho trabajo y de fiesta en el riurau de la casa de campo.

El horno moruno estaba encendido. El abuelo embuchaba haces de sarmientos para ponerlo a la temperatura adecuada. Las mujeres empezaron a embutir dentro de botellas esterilizadas, ayudadas de una caña pelada, los tomates en unas y el torrat (o rostit) en otras.

El abuelo, con un ojo en el horno, ponía los tapones y con un alambre los ataba como si de una botella de cava se tratara. Los alicates echaban humo.

La pasta* de las cocas ya estaba sobre la madera, tapada con un paño esperando que la levadura hiciera su efecto y aumentarán su tamaño. Olía a horno, con ese olor característico que sólo los que lo tienen saben de lo que hablo.

La casita era de planta baja y cambra, el suelo de tierra blanca. Al riurau hacía dos años que le habían cambiado la encañizada y habían lucido el suelo. Tres arcos frontales y dos laterales lo convertían en un palacio de verano. Una pequeña puerta mirando al norte hacía que entrara aire fresco. Justo al lado estaba el horno.

Las mujeres terminaban de meter en las botellas los condumios que servirían para aliviar la escasez de comida durante el invierno. Pensad que estábamos en los años 60 del siglo pasado y la posguerra se alargaba en las estrecheces. Las cocas se estaban aplanando sobre las bandejas. Unas con el «torrat» (o rostit) que habían guardado, con tomate, pimiento rojo y pimiento verde en crudo y otras con guisantes y cebolla frita.

*Para la masa: para 500 gramos de harina, 40 de levadura de la panadería. Amasar todo con agua tibia y una patata hervida. Poco de sal. Pastar y dejar que levante la masa al menos tres veces, volviendo a pastar cada vez y dejándola reposar tapada con un paño. Después, coger porciones y aplanar dándole forma redondeada con las manos untadas de aceite. Poner los pimientos por encima…

Las cocas estaban listas y dieron buena cuenta de ellas. La salmuera de pimientos y un buen «xinglot» de uvas que en la mesa acompañaron tan suculento manjar. Ya contaré como hicieron las conservas…

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