Puerro y calabacín
El puerro y el calabacín son dos verduras con múltiples posibilidades en nuestras cocinas y, además, con propiedades nutritivas para nuestro organismo. Descubrimos sus beneficios y cómo prepararlas.
El puerro
Su planta, de la que consumimos habitualmente el bulbo y, en menor medida, sus flores, pertenece a la familia de las liliáceas (como la cebolla o el ajo). No está claro su origen, pero algunos estudios lo sitúan en el 4000 a.C. en la zona de Mesopotamia, Turquía o Egipto, de donde pasó a Europa. Actualmente se cultiva en numerosos lugares, con diferentes climas, presentando una gran resistencia al frío.
También lo podemos encontrar en cualquier época del año, siendo la más óptima los meses de septiembre a marzo. En función de la época, podemos diferenciar entre unos más gruesos y con un sabor más fuerte en invierno y otros más pequeños y tiernos en verano. Para conservarlo, es aconsejable guardarlo en el frigorífico.
- Propiedades nutritivas
El puerro, compuesto en su mayoría por agua, tiene un escaso aporte nutritivo. Nos aporta hidratos de carbono y fibra. En cuanto a su contenido en vitaminas y minerales, destacan las vitaminas C, B6 y E y el potasio, el hierro y el calcio. Hay que destacar su contenido en folatos, los cuales intervienen en la producción de glóbulos rojos y blancos en nuestro organismo.
Está recomendado en casos de dolencias reumáticas y de anemia, mejora la circulación, regula el transito intestinal y es beneficioso en casos de bronquitis y sinusitis.
Los puerros, cuyo tamaño aproximado ronda los 50 cm, constan de tres partes: un tallo largo de color blanco, unas hojas verdes y largas y un bulbo con pequeñas raíces en la base. Poseen un sabor suave y dulce, parecido al de la cebolla. Adquiere aquellos cuyo tallo sea blanco y resistente y sus hojas de un color verde oscuro.
- Recetas con puerro
Lo más habitual es consumirlo en purés, cremas o sopas. También podemos tomarlo en crudo, en ensaladas, o bien guisado o asado, para acompañar otros platos. Combina muy bien con revueltos con huevo, gratinados con bechamel o queso, al horno junto a otras verduras y en quiches.
Pero si hay un plato por excelencia en el que es el ingrediente principal es la vichyssoise, una crema que suele tomarse fría y que se elabora a base de patatas, cebolleta, zanahoria y caldo de pollo.
El calabacín
Perteneciente a la familia de las cucurbitáceas, al igual que la calabaza, la sandía o el melón, su planta se caracteriza por dar unos frutos grandes (de entre 20 y 40 cm) y con una corteza firme. Posee una forma alargada y el color de su piel puede ser amarilla o verde, más claro o más oscuro, en función de la variedad. Su carne, de color blanco y con pequeñas pepitas aptas para su consumo, presenta un sabor ligeramente amargo con unos pequeños toques dulces.
Su origen lo encontramos en el año 8000 a.C., posiblemente en el continente americano y, tras la llegada de Cristóbal Colón a estas tierras, su cultivo se extendió por Europa, creando nuevas variedades y consiguiendo una gran aceptación por parte de los consumidores. Actualmente, se cultiva en regiones cálidas durante todo el año, pero su mejor época se da en los meses de verano.
- Propiedades nutritivas
Compuesto en su mayoría por agua, el calabacín posee un bajo contenido calórico y gran cantidad de fibra e hidratos de carbono. Destaca por sus vitaminas A, B y C y minerales como el potasio, el hierro, el calcio y el fósforo.
El calabacín contiene mucílagos, que son un tipo de fibra que ayuda a desinflamar las mucosas del aparato digestivo.
Por su bajo aporte calórico y sus propiedades diuréticas, se recomienda en personas con sobrepeso, hipertensión, retención de líquidos…
- Recetas con calabacín
Podemos consumir el calabacín en múltiples formas, aunque quizás las más comunes sean en crudo en ensaladas y en purés o cremas (con un poco de queso o con patatas u otras verduras). También podemos hacerlos rebozados o a la plancha (cortándolos en finas rodajas), para acompañar un plato de carne o pescado.
Otra opción puede ser en tortilla o calabacines rellenos, extrayendo su interior y añadiéndole otras verduras, como zanahorias, tomates, berenjenas… y carne picada, con un poco de queso rallado por encima y cociéndolos al horno. Aunque habitualmente consumimos el fruto de la planta, también son comestibles sus flores (fritas o asadas, como acompañamiento de otros platos)