Retención de líquidos
Piernas y tobillos hinchados o barriga abultada. Estos son dos de los principales síntomas del edema, el nombre del problema al que generalmente se denomina como “retención de líquidos”. La alimentación es uno de los factores que intervienen en la afección y que puede corregirse.
Quien más y quien menos, todo el mundo ha sentido alguna vez las molestias de la retención de líquidos. Sensación de pesadez, articulaciones poco flexibles, anillos y relojes que aprietan… Es muy común cuando se está mucho tiempo sin moverse, pero también puede llegar a ser un problema que no desaparece por las buenas.
Lo que se conoce popularmente como retención de líquidos tiene un nombre médico: edema. Es la acumulación excesiva de líquido en los tejidos. Suele concentrarse en las piernas, los tobillos, el abdomen e, incluso, los párpados. También se detecta cuando al presionar una parte del cuerpo queda la marca del hundimiento y tarda en recuperar su aspecto habitual.
La retención de líquidos puede deberse a diferentes causas. Las más graves son las enfermedades renales, hepáticas o circulatorias. Otras son más comunes y más livianas: estar mucho tiempo de pie, la ingesta de algunos medicamentos que lleven compuestos como corticoides o una mala alimentación. Para esta última hay un remedio evidente, que no es otro que el cambio de dieta.
QUÉ ELIMINAR
La sal es la gran enemiga. Como explica la dietista nutricionista Cecilia Montagna en un post de la web de la Fundación Española del Corazón (FEC), “el tratamiento dietético en los edemas consiste en una dieta baja en sodio. Las principales fuentes de sodio son la sal de mesa, los alimentos y el agua. Como primera medida, se evitará el agregado de sal en las comidas, puesto que, como la sal “atrae” el agua cuanta más se consuma, más agua se retendrá.
QUÉ HACER
Como suele ser habitual, los productos frescos son los mejores aliados. Los ultraprocesados contienen mucha sal de por sí (por eso, generalmente no es necesario añadirles más en la mesa).
Reducir las comidas fuera de casa también tendría que ser una medida a tomar. En los bares y restaurantes, el comensal no puede controlar cuánta sal se añade al plato y es algo común que sea una cantidad elevada, para potenciar el sabor de los platos.
En algunos lugares se puede pedir que no condimenten con ele elemento la comida, pero no en todos es posible. No pasa nada por salir a cenar o a comer de vez en cuando (a no ser que el médico lo haya prohibido por completo), pero hacerse la propia comida es más seguro.