El peligro de las dietas milagro

La mayor preocupación por la salud, unida a una mayor información sobre las consecuencias que la obesidad y el sobrepeso pueden ocasionarnos, además del culto al cuerpo que nos llega desde la publicidad y los medios de comunicación, han propiciado que en los últimos años aparezcan productos y dietas que prometen ayudarnos a adelgazar o a controlar nuestro peso, pero que, raras veces, están sustentadas por estudios que avalen, realmente, la eficacia de todos esos métodos.

Los consumidores somos conscientes y conocedores de la teoría y de las recomendaciones que debemos seguir para llevar un estilo de vida sano y saludable. Sabemos que debemos comer fruta y verdura, legumbres, aumentar el consumo de pescado, reducir el consumo de grasa animal, realizar alguna actividad física…

Pero, cuando lo que queremos es perder peso, sobre todo después del verano, en el que podemos haber cometido algunos excesos, podemos caer en recurrir a estrategias “poco saludables”.

Buscamos una alternativa rápida, sencilla y fácil que nos ayude en la pérdida de peso, influenciados por los medios de comunicación en los cuales se ofrece una imagen de figura ideal, que bien poco o nada tiene que ver con un peso saludable.

¿Qué son?

Cada vez es más fácil encontrar remedios que, bajo la promesa de alcanzar nuestro peso ideal en un corto espacio de tiempo, se nos venden como la solución infalible para perder 10, 15, incluso más de 20 kilos de manera rápida y sencilla. Son las denominadas “dietas milagro”.

Algunas de ellas se basan en comer únicamente un tipo de alimento durante un periodo de tiempo, otras suprimen grupos enteros de nutrientes… pero todas tienen en común tres características que las hacen fácilmente reconocibles:

– Se presentan con la promesa de una pérdida de peso muy rápida.

– Se pueden seguir sin grandes esfuerzos ni sacrificios.

– Se publicitan como métodos seguros para salud, sin ningún tipo de  riesgo.

Pero, ¿qué esconden realmente estas dietas milagro?

En primer lugar, la mayoría de ellas van a provocar deficiencias (en algunos casos, importantes) de nutrientes, esenciales en nuestra alimentación. La falta de esas vitaminas y minerales en nuestro organismo puede ocasionarnos alteraciones en nuestro metabolismo.

Por ejemplo, una dieta rica en grasas pero insuficiente en frutas y verduras puede ocasionarnos un aumento del colesterol y de los triglicéridos. O una dieta escasa en hidratos de carbono, esenciales en nuestra alimentación diaria, nos provocará una importante pérdida de nuestra masa muscular.

Pero no solo eso, sino que muchas veces pueden ocasionar efectos psicológicos negativos y trastornos en el comportamiento alimentario, derivando en anorexia y bulimia.

La mayoría de las personas que llevan a cabo alguna de estas dietas milagro vuelven a recuperar su peso, o incluso más,  al dejar de seguirlas. Es el llamado efecto yo-yo, debido a que nuestro organismo, al haber estado un periodo de tiempo sin cubrir todas sus necesidades, pide ingerir más de lo que necesita.

La mayoría recuperan su peso, incluso ganan más, al dejar de seguir estas dietas milagro

TIPOS DE DIETAS MILAGRO

Como ya hemos visto, las dietas milagro se basan en la promesa de una pérdida de peso muy rápida y sin apenas esfuerzos ni sacrificios.

Sin embargo, la base de la mayoría de estas dietas se encuentra en restringir o eliminar de nuestra alimentación nutrientes básicos, vitaminas, proteínas, hidratos de carbono, etc.

A esto hay que añadir que, muchas veces, detrás de estas dietas milagro no existe una base científica ni un profesional, médico o nutricionista, que las respalde.

En ocasiones, la supresión o restricción de nutrientes básicos es tan fuerte que puede ocasionar serios problemas en nuestra salud.

De esta manera, las dietas milagro se pueden clasificar, como establece la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN),  en tres grandes grupos: hipocalóricas, disociadas y excluyentes.

Dietas hipocalóricas

Se trata de dietas en las que se reduce la ingesta de aquellos alimentos que nos aportan calorías. De esta manera, nuestro organismo “coge” las calorías de nuestras reservas, produciendo una pérdida de volumen y de peso. Sin embargo, al dejar esta dieta, se genera un efecto rebote, haciendo que recuperemos el peso perdido rápidamente.

Las características de estas dietas son:

– Aporte de pocas calorías al día

– Efecto rebote: se produce un aumento de grasa masa y una pérdida de masa muscular

– Son monótonas y desequilibradas

– Existe un déficit de nutrientes

Son, por ejemplo, la dieta de la alcachofa, dieta de la luna, dieta del pomelo, dieta de la Clínica Mayo.

Dietas disociativas

La base de estas dietas se encuentra en que los alimentos no engordan por sí solos, sino al combinarlos unos con otros. Por lo tanto, en esta dieta se permite comer de todo, pero sin mezclar en la misma comida los hidratos de carbono y las proteínas. Esta teoría no tiene ningún fundamento científico, además de ser prácticamente imposible de llevar a cabo, ya que no existen alimentos que contengan únicamente hidratos de carbono o únicamente proteínas.

Sus características serían:

– El aumento de peso es debido a una mala combinación de alimentos

– No se permite la combinación de alimentos

– En ocasiones, no limita el consumo de alimentos energéticos

Por ejemplo, son la Antidieta, la Dieta Montignac o la Dieta Shelton.

Dietas excluyentes

Estas dietas se basan en la eliminación de algún nutriente, como las proteínas, haciendo predominar en nuestra alimentación los hidratos de carbono; o seguir una alimentación rica en proteínas, pero suprimiendo los hidratos de carbono. Sin embargo, el peligro de este tipo de dietas radica en que, al eliminar de nuestra alimentación diaria alguno de los nutrientes básicos y fundamentales,  se pueden producir alteraciones en nuestro organismo y provocarnos problemas de salud.

Es decir, las dietas excluyentes se caracterizan por:

– Eliminan uno o dos macronutrientes

– Producen un desequilibrio nutricional

– Son difíciles de mantener en el tiempo

Ejemplos de estas dietas son la dieta Atkins (rica en grasa, pobre en hidratos de carbono), dieta del Dr. Haas (rica en hidratos de carbono, pobre en proteína y grasa) o la dieta Scardale (rica en proteína, no grasas ni hidratos de carbono).

Alternativas más saludables

– Utilizar el aceite de oliva como grasa principal

– Consumir alimentos de origen vegetal en abundancia

Los cereales y el pan deben formar parte de la alimentación diaria

– Preferir alimentos poco procesados, frescos y de temporada

– Consumir productos lácteos en forma de queso y yogurt (con moderación)

Carnes rojas con moderación

– Consumir pescado en abundancia

– La fruta fresca debería ser el postre habitual (fruta entera, no zumos envasados)

– El agua debería ser la bebida por excelencia. El vino con moderación

– Realizar actividad física todos los días

¿Hacemos un trato?

A cambio de tu email, te enviaremos regularmente contenidos siempre mediterráneos.
¿Aceptas? ¡Suscríbete!



En cumplimiento del artículo 5 de la Ley 15/1999, por el que se regula el derecho de información en la recogida de los datos, se le informa que la recogida de datos tendrá como finalidad única la comercial. Igualmente le informamos que puede ejercer los derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición establecidos en dicha Ley contactando con nosotros a través de nuestro correo electrónico.