“Es La Española una aceituna como ninguna, estoy rellena, de rica anchoa…”. Seguramente muchos de los que hayáis empezado a leer este post habréis entonado, en voz baja eso sí, una cancioncilla que se hizo famosa allá por los años 60 gracias a este anuncio de televisión y los que vinieron después: como aquel mítico con Rocío Jurado como protagonista y su inolvidable gesto de “¡Está de moda!” o alguno con “sabor auténtico” un poco subido de tono.

Sin embargo, la empresa productora de La Española -pionera en la publicidad moderna en España- no fue la inventora del proceso de elaboración industrial de este tipo de aceituna, universal con el paso de los años. Fue Cándido Miró, quien tuvo la genial ocurrencia de mecanizar la sustitución del hueso de la oliva por un trocito de anchoa. Un invento que ha alegrado el aperitivo en millones de hogares españoles desde entonces.

Alcoi vivía desde el siglo XIX una gran eclosión de la industria, sobre todo en el sector del textil. Una atmósfera perfecta para que una mente inquieta como la de Cándido –lo que hoy se conoce como emprendedor- fuera capaz de innovar de aquella forma. Hasta entonces, la sabrosa combinación de aceitunas sevillanas y anchoas del Cantábrico se realizaba de forma artesanal mediante un descorazador (en este vídeo podéis ver imágenes). Era habitual tomarla en forma de tapa en los bares de la ciudad.

Cándido Miró vio entonces la oportunidad de negocio que había en automatizar la producción y se puso manos a la obra. En concreto, fue en 1926 cuando diseñó la primera máquina y fundó la compañía Aceitunas El Serpis (nombre que recibe por el río que atraviesa la ciudad de Alcoi).

A partir de aquel momento la empresa experimentó un gran crecimiento al que se unió La Española desde 1941, año de su fundación. Ambas, una a cada lado del río Serpis, siguieron en expansión e innovando con productos como el relleno de pimiento o variedades más exóticas: curry, omega3… Y hoy en día exportan a todo el mundo.

¡Qué buena idea tuviste, Cándido!